miércoles, 21 de septiembre de 2011

El Hombre Sabio de Clégora

Éste es un cuento que pertenece a un libro llamado “Clégora” el cual está en proceso aún. Quería, a través de este cuento, enseñar un poco al mundo en qué y cómo estoy trabajando actualmente. Se pueden notar las diferencias a comparación de mis anteriores cuentos y novelas. Les invito a leer este cuento que me parece muy bueno.
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Érase una vez, en un país lejano llamado Clégora, un hombre pobre, mísero, desventurado… que quería ser el más sabio del mundo, porque una vez, un anciano sabio, le dijo que consiguiendo la sabiduría primero, podría conseguir el resto de sus anhelos sin problemas, pues, para todo tendría siempre alguna respuesta y solución.

Este hombre viajaba siempre por todos los países para entrevistarse con los hombres más sabios de las distintas naciones, y así, poco a poco, fue acumulando su sabiduría. 

Con el tiempo, se dio cuenta que era cierto lo que éste anciano le había dicho. No le faltaba nunca el agua, la vestimenta, la comida ni el regocijo, porque siempre tenía una respuesta y una solución a todo. Comenzó su viaje caminando, sediento, triste y con algunas ropas viejas y ahora hasta tenía un hermoso e imponente carruaje con un conductor quien se había convertido en su mejor amigo, y de este modo, iba de país en país. 

Había, pues, este hombre, llegado a un país muy pudiente, lleno de riquezas y de alegría. Estacionó el carruaje su buen amigo el conductor en medio de la plaza principal de la capital. Subió al techo del carruaje, el ladino amigo, y, como en todos los viajes, sacó una bolsa con monedas de oro y empezó a gritar:

-¡He aquí veinte monedas de oro para la persona que me sepa decir quién es el más sabio de este lugar!

Y al ver esto, algunos curiosos se acercaron a escuchar lo que hacía este llamativo hombre, pero ninguno le daba respuesta.

-¡¿Es que nadie puede decirme quién es el más sabio de éste país?! – exclamó.

Entonces, una mujer de bello rostro y hermosos cabellos, se acercó a decirle:

-Yo conozco a alguien que es una persona bañada en sabiduría, pero no sé si será el más sabio de éste país – dijo la hermosa señorita con la mirada levantada pero con el rostro escondido y con sus manos cogidas la una a la otra.
Dentro del carruaje, la timorata y tierna voz había enamorado al hombre sabio que venía de Clégora, aún sin saber cómo era el rostro de ella.

-¿Quién es éste hombre del cual habla, señorita?- preguntó el conductor.

- Es mi padre – respondió la encantadora joven.

Y justamente cuando el conductor iba a hacerle otra pregunta, la voz escondida del hombre sabio interrumpió la conversación.

-Que suba – dijo desde lo oculto.

La hermosa joven miró al conductor del carruaje, y éste, movió la cabeza de arriba abajo afirmándole que debía subir. Y ella, muy sumisa, lo hizo.

Cuando ella estuvo dentro del carruaje, el hombre sabio quedó enamorado ya no sólo de su voz, sino también de su rostro, de sus manos, de sus cabellos y de su cuerpo. También pudo darse cuenta que esta joven, aunque tímida, dejaba escapar unas miradas inocentes y confundidas, no podía evitar querer ver a este hombre, pues sentía dentro de sí misma un extraño brote de amor confuso por lo pronto que se mostraba, y él, se dio cuenta de eso.

-¿Y en dónde vive tu padre, hermosa señorita? – preguntó el hombre sabio.

- Vive dentro del castillo, es consejero del rey y hasta podría decir que es su mejor amigo.

- ¡Vamos al Castillo, entonces! – ordenó a su buen amigo el conductor para empezar la travesía.

Durante el camino, el hombre sabio no pudo evitar enamorar a la joven señorita, pues estaba encantado con su belleza y ternura. Le decía cosas dulces y hermosas, y ella cayó ante tanta galantería, pues estaba enamorada también.

Llegaron al castillo y el hombre sabio empezó a conversar con el padre de aquella bella señorita. Lo primero que le preguntó fue:

-¿Es cierto que al conseguir la sabiduría, primero, se puede conseguir luego lo que uno quiera porque siempre tendrá respuesta y solución?

-Es cierto - respondió el padre de la señorita encantadora.

- Entonces tengo muchas preguntas por hacerle, mi estimado sabio.

Sin embargo, en esta ocasión el hombre sabio de Clégora no podía concentrarse bien en lo que hablaba con el padre de la joven, ya que ésta estaba dentro de la habitación y lo miraba de una manera enamorada.

El hombre sabio estuvo en el castillo de ese país durante dos meses, y a su buen amigo el conductor, le alquiló una casa en el pueblo para que coma y duerma hasta que lo necesite de nuevo. Nunca antes se había quedado tanto tiempo en algún lugar, y todo era por la encantadora señorita. El hombre sabio había encontrado el amor de su vida, no obstante, había algo que le faltaba por saber.

Para el segundo mes, el hombre sabio ya tenía permiso por parte del padre para desposar a la encantadora señorita. Pasaron dos meses más y ya casi todo estaba listo para la boda. Ambos, el hombre sabio y la señorita encantadora, se veían muy enamorados ante la realeza y ante los plebeyos. Todo el mundo podía notar el amor que se tenían los dos. Hasta que tres semanas antes al matrimonio, la señorita encantadora llama al hombre sabio a su habitación para conversar. Y en ese momento ella le dice que antes de él, había habido ya otro hombre con el que ella había estado de novia, y que habían tenido a escondidas una vida de pareja, sólo que éste había fallecido en una batalla entre países. Esto destrozó el corazón del hombre sabio. Su vida se destruyó por completo desde ese momento. Él no quería aceptar que la voz pura y tierna que escuchó en el primer momento no lo era tanto como él creía. Lo primero que hizo al escuchar esa desagradable noticia fue huir de la habitación a caminar por los jardines reales en plena noche pero iluminado por la luz de la luna. Se dio cuenta que el amor que sentía por la encantadora joven estaba sufriendo un cambio inmenso. Él siempre había querido ser el primer y único hombre de la vida de la que fuera su esposa, así que esta situación lo obligó a pensar que debería romper el compromiso mañana por la mañana, al igual que fue roto su corazón esa noche.

A la mañana siguiente, despertó el hombre sabio muy temprano. Casi no había dormido por soportar ese dolor tan grande que sentía. Sin embargo, se dio cuenta que a pesar de todo, el amor que sentía por aquella señorita encantadora era el más grande que nunca había sentido, así que quizá el amor podría ser más fuerte que el dolor. “Después de todo, soy un hombre sabio y deberé encontrar alguna respuesta y solución”, pensó.

Fue a buscar a la encantadora señorita a su habitación para decirle que estaba dispuesto a continuar con el matrimonio, pero que le diera un poco de tiempo más para saber cómo solucionar ese problema que le causaba tanto sufrimiento. Empero, cuando la vio, lo primero que se le vino a la mente fue una imagen de ella con alguien más besándola y acariciándola, y el dolor empezó a aparecer nuevamente en su corazón y alma y quedó otra vez destrozado, pero aún así, como buen hombre sabio que era, se hizo fuerte y le pidió tiempo. Ella aceptó encantada, después de todo confiaba en su amado hombre sabio y su sabiduría. Pero cuando la señorita intentó abrazarlo, éste sintió asco por ella y no la quiso tocar, y se fue dejándola llorando.

El hombre sabio se había hecho muy famoso en el país porque, a comparación del padre de la señorita encantadora, con su sabiduría ayudaba a todo aquel que tenía problemas y les daba respuesta y solución a las personas del pueblo que lo necesitaban. Mientras que el padre de la joven, sólo ayudaba al rey. Así que todos estaban enterados que se casaría, de modo que tuvo que poner como excusa de demora de su boda, el fallecimiento del hijo del rey de un país amigo cercano. Se informó al pueblo y al rey que la boda no tenía fecha fija aún, ya que no se podía celebrar nada por respeto al país vecino.

Durante la primera semana el hombre sabio lloró todas las noches por su desdicha y por las imágenes que se creaban en su cabeza. Ya no atendía a las personas que tenían problemas porque no se sentía servible, y daba el mismo subterfugio para justificarse ante ellas.

A mediados de la segunda semana, el hombre sabio ya había encontrado respuesta y solución para no tener asco de tocar a su amada, así que probó yendo por la noche a su habitación, y cuando la vio, se acercó a ella para abrazarla y se pusieron a llorar de alegría, pero no dejaba de pensar que alguien más ya la había abrazado así, pero intentó pensar más en el cariño que sentía al momento de hacerlo y durmieron abrazados esa noche. Todo parecía ir solucionándose, sin embargo, de la mente del hombre sabio de Clégora no se borraban esas imágenes que seguían dañándolo profundamente, pero sabía que dormir abrazado con ella sin sentir asco ya era un gran paso.

Pasó una semana más y no podía encontrar solución a su problema. Por el contrario, empezaba a creer que sería mejor dejarla ya que su corazón sufría demasiado, más de lo que nunca pensó sufrir alguna vez. Se sentía impotente de no poder encontrar respuesta y solución a su problema y entonces se dio cuenta que había dejado de buscar la sabiduría hace ya mucho tiempo por disfrutar su vida de pareja y por ayudar a los demás. Pensó que quizá ese era el problema, que aún no era lo suficientemente sabio como para solucionar esta dificultad que tenía. Así que desde esa noche, todas las noches conversaba con el padre de la señorita encantadora para volverse más sabio. Él sabía que aún le faltaba mucho para ser tan sabio como su futuro suegro.

Un mes después, el hombre sabio de Clégora ya era tan sabio como el padre de su prometida, así que dejó sus entrevistas con él para dedicarse a solucionar su problema. Mientras tanto, continuaba su vida de pareja con su prometida, pero no dejaba de tener momentos muy tristes y ella lo sabía, por eso se sentía culpable de ello.

Una noche, el hombre sabio conversaba con la señorita encantadora en el jardín real y le preguntó muy sereno:

-¿Y por qué no me dijiste antes de comprometernos que ya habías tenido una vida de pareja con alguien más?

- No lo sé – respondió ella -, simplemente no creí que fuera importante.

-Y si creías que no era importante, ¿por qué de todos modos me lo dijiste?

-Porque era lo único que te faltaba saber de mí.

Entonces, el hombre sabio sintió ese dolor que no podía controlar así que le pidió que se vaya a dormir para que pueda pensar tranquilo. Pero mientras ella se iba y él miraba a la luna, preguntó:

-¿Y a quién amaste más? ¿a él o a mí?

La señorita encantadora se detuvo mirando hacia el suelo y se quedó pensando. Después de unos segundos de meditación, giró y caminó hacia él para abrazarlo por detrás y le respondió con lágrimas en los ojos:

- No ha existido nunca una persona a quien haya amado más que a ti. A él ni siquiera lo quería porque me estaban obligando a que me case con él. Sólo contigo he podido conocer el amor real, un amor puro y tan grande que me provoca saltar de alegría y gritarle a todo el mundo que te amo y que me quiero casar contigo y…

-Silencio – interrumpió el hombre sabio -, si no lo querías, ¿por qué tuviste entonces una vida de pareja con él a escondidas?

La señorita encantadora se puso a llorar más aún pero sin soltar al hombre sabio.

-Entiéndeme! Me obligaban a casarme con él, pensé que me quedaría con él por toda mi vida y tenía que aprender a ser su mujer. Desde un inicio nunca le demostré el menor cariño, pero cuando me hice la idea que estaría con él para siempre decidí empezar a ser más cariñosa porque me consideraba una mala pareja que nunca quería estar con él, ni besarlo, ni nada. Sólo quería reponer el tiempo perdido de este modo, teniendo una vida de pareja a escondidas.

Mientras la señorita encantadora decía esto, el hombre sabio sufría casi al borde de las lágrimas, pero tenía que hacerle una pregunta final que necesitaba saber:

-¿Fuiste su mujer? ¿Te acostaste con él? ¿Hicieron el amor? – preguntó el hombre sabio de Clégora.

La espalda del hombre sabio ya estaba llena de lágrimas y entonces la señorita encantadora se puso a llorar más aún después de escuchar la pregunta:

-Sí…- respondió tristemente y se echó a llorar más y a gritar de pena.

Las fuerzas parecían abandonar a la señorita encantadora y su cuerpo empezaba a caer hasta quedar a los pies del hombre sabio. Y cuando el hombre sabio escuchó esta respuesta sintió el dolor más grande que había sufrido en toda su vida. Dio un paso para alejarse de ella y sin mirarla le gritó: “Lárgate, no quiero verte”, y la encantadora señorita se puso a llorar y a gritar más aún por el dolor que sentía y se fue corriendo hasta su habitación en donde lloró durante toda la noche.

Al haberse ido la señorita encantadora, el hombre sabio no resistió más y empezó a llorar por tanto dolor que sentía. Cayó al suelo y empezó a golpear el jardín con sus manos con mucha fuerza y rabia, luego corrió a su habitación para ponerse a llorar lo más silencioso que pudo durante toda la noche también.

Al día siguiente, el hombre sabio despertó con los ojos muy dolorosos por tanto llorar y parecían llenos de furia.
Se puso de pie, se bañó, se cambió y llamó a los sirvientes que el rey le había dado para que pida lo que se le ofreciera. Mandó a uno de ellos a que buscara a su buen amigo el conductor en el pueblo. Era muy urgente. Una hora después el conductor ya estaba dentro del castillo real. Vio a su amo y lo abrazó, pero notó que había algo distinto en su expresión, algo que parecía quitarle el sueño y la vida, algo que le preocupaba.

-¿Para qué me necesita, mi señor? – preguntó el conductor después de abrazarlo.

- Tú te has convertido en mi mejor amigo y en la única persona en la cual he confiado – respondió-. Así que ahora te pediré algo que pienso que sólo tú, con tu astucia e inteligencia, podrías conseguir.

- Dígame mi señor, estoy para servirle.

- Necesito que vayas y traigas a los hombres más sabios de todo el mundo y tráelos de tres en tres, para ser cuatro quienes discutamos cada tema. Te daré todo el dinero que necesites y más. Te daré sirvientes, carruajes, comida para ti y para tus sirvientes. Te daré los caballos más rápidos del país y los jinetes mejor preparados, pero quiero que tú los guíes, mi sagaz amigo.

-Pero, mi señor, ¿se gastará a caso todo el dinero que tiene?

- No me importa gastar todo el dinero que tengo. ¿Recuerdas cuando me conociste? Yo ya era alguien acaudalado. Pero antes de eso, en Clégora, yo era el que daba de comer a los burros de mi patrón que también era pobre y sólo me pagaba dándome de comer. Yo era tan despreciable que ni siquiera podía dar de comer al caballo porque era más importante que yo, sólo estaba encargado de los burros y de los cerdos porque no era más importante que uno de ellos. Pero después de un año de haber hablado con aquel sabio anciano que me dijo que buscara la sabiduría primero que todo para obtener lo que quisiera, he podido hacer tanta fortuna que podría no trabajar durante cien años y aún así me quedaría más de la mitad del dinero que tengo. Así que no me importaría perderlo todo ahora porque en un año lo recuperaría. Pero si pierdo el amor de mi vida ahora, ya no podré recuperarlo nunca, porque para poder vivir sin ella, sólo tendría que matarla. De modo que ahora sí debo convertirme en el hombre más sabio del mundo para poder encontrar respuesta y solución a este problema que me duele tanto. Ser el más sabio es ahora mi mayor deseo. Una vez que lo sea podré solucionarlo todo y seré feliz.

Entonces el conductor buen amigo, al entender lo que le pasaba su señor y al comprender el dolor que sentía, salió de inmediato a buscar a toda la gente que necesitaría para poder traer al castillo de ese país a los hombres más sabios del mundo.

El hombre sabio pidió permiso al rey para poder acoger a sus invitados y éste dijo que sería un gran honor convertir a su país en el hospedaje de los hombres más sabios del mundo, así que daba su castillo a la disposición del hombre sabio.

Al día siguiente, llegaron los primeros tres hombres sabios traídos por el conductor buen amigo. Eran los que venían de los países más cercanos. El hombre sabio de Clégora los invitó a desayunar, luego conversaron hasta el almuerzo, después de comer continuaron conversando hasta que el hombre sabio se llenara de toda la sabiduría de estos primeros tres hombres extranjeros. Dos días después, los despidió dándoles las gracias y con las gracias, les daba, también, monedas de oro.

Un día después, llegaban tres más, y ocurrió lo mismo, durante todo el día conversaron hasta que el hombre sabio de Clégora tuviera toda la sabiduría de estos tres nuevos hombres sabios.

Al segundo mes de visitas, el hombre sabio había encontrado respuesta y solución a otro problema que tenía. Él ya sabía cómo separarse de ella sin necesidad de matarla y ser feliz, pero esto no le bastó, ya que él lo que quería en realidad es saber cómo podía estar con ella sin sufrir tanto. Así que continuó recibiendo visitas durante seis meses más. Después de este tiempo, lo único que había encontrado era más formas de separarse de ella y ser feliz, pero no sabía cómo poder estar con ella y tener una vida de felicidad a la vez.

El hombre sabio de Clégora se había vuelto tan sabio que ya no necesitaba tener más visitas, así que mandó a llamar a su buen amigo el conductor para decirle que ya no busque a más sabios. No obstante, él aún no sabía cómo podría ser feliz con la señorita encantadora. Así que decidió ir a buscar al anciano de Clégora “Él quizá sea el único hombre que sea más sabio que yo”, pensó.

Partió con su buen amigo el conductor hacia Clégora. Al llegar al camino en donde lo vio por primera y última vez, recordó que no sabía en dónde vivía:”Entonces preguntaremos de casa en casa hasta encontrarlo”, y así lo encontró.

La casa del anciano era muy humilde y pobre. Nunca pensó que ese anciano tan sabio podría vivir en una casa así. Al entrar, el anciano lo vio y lo reconoció.

-Pero miren en qué se ha convertido el hombre que vivía entre burros y cerdos – dijo el anciano al verlo.

- Esto que he conseguido es gracias a ti, gracias a tus palabras tan sabias que guiaron mi vida y que hace que posiblemente pronto me convierta en el hombre más sabio del mundo. Me he entrevistado con los hombres con mayor sabiduría de todos los países, pero hasta ahora ninguno me ha ayudado en un problema que tengo. Y sólo contigo desnudaré mi alma y te contaré sin vergüenza lo que me está pasando para que me ayudes a dar respuesta y solución a mi problema.

-Te escucho, hijo.

Entonces el hombre sabio explicó todo lo que le estaba pasando. Su buen amigo el conductor esperaba afuera intrigado con lo que ocurría dentro de la casa.

-De modo que, yo siendo tan sabio como soy ahora no puedo estar con mi prometida porque siento asco de ella y de su pasado. No quiero estar con una mujer así y yo creí que siendo sabio podría encontrar la solución. Tú me dijiste que la sabiduría haría que yo consiga todo lo que quiero, así que quiero que me des una explicación del porqué no puedo solucionar este problema.

El anciano mirando al suelo dio media vuelta y caminó hasta el pozo del cual sacaba agua. El hombre sabio lo siguió despacio, entonces el anciano hombre dijo:

-Es sencillo. Tú mismo me acabas de decir que tú no quieres estar con una mujer como ella. Tú quieres a una mujer virgen, pura… para quien tú seas el primer hombre en su vida. Es por eso que no puedes ser feliz, porque ella no es lo que quieres.

-¡¿Qué?! –exclamó el hombre sabio – ¿Cómo que ella no es la mujer que yo quiero si siento que es el amor de mi vida?

-Tú estás enamorado de ella pero no es la mujer que tú esperabas. De haber sabido antes la verdad no la hubieras aceptado porque no es el tipo de esposa que quieres para ti. Tú quieres a alguien pura, limpia, virgen para quien tú seas el primer hombre de su vida. Es por eso que seguramente sientes un sentimiento de amor y odio a la vez. Amor, porque te enamoraste de su personalidad, de su ternura y de su rostro bello, y odio porque sientes que te ha destrozado la vida.

-Es exactamente lo que siento. Amor y odio. Pero, a pesar de todo, la amo tanto que en verdad quiero ser feliz con ella y pensé que siendo el hombre más sabio del mundo lo conseguiría. Sin embargo, mientras más sabio me vuelvo más razones para dejarla encuentro.

-Si sigues intentando ser más sabio seguirás consiguiendo lo que quieres. Pero debes recordar que tú mismo dices que no quieres estar con una mujer como ella. Así que lo más probable es que la sabiduría en algún momento te diga cómo dejarla y olvidarla para que puedas buscar a otra mujer que sí es como te la imaginaste.

-Pero yo no quiero separarme de ella.

-Entonces… es momento que te preguntes qué es realmente lo que quieres más: ¿ser el hombre más sabio del mundo… o ser feliz con tu prometida?

El hombre sabio parecía perder las fuerzas por la encrucijada en la cual se encontraba de decidir entre las dos cosas que más ha querido en su vida, se arrodilló al costado del pozo, se sostuvo de él y empezó a llorar.

-En lo único que he pensado desde que te conozco ha sido ser el hombre más sabio del mundo porque había encontrado una vida perfecta. Lleno de oro, de vino, de joyas y de todo lo bueno de esta vida, todo eso me ha dado la sabiduría. En cambio, esta mujer lo más que ha hecho fue destrozarme la vida, hundirme, ha hecho que me sienta el ser más miserable de la existencia… ni cuando daba de comer a los cerdos, ni cuando limpiaba el estiércol de los burros me sentía un ser tan inmundo y tan repugnante como me siento hoy por culpa de esa mujer.

-Pero la amas.

-Sí.

Un doloroso silencio se hizo presente durante un momento. El anciano hombre miraba al hombre sabio de Clégora con pena y le dijo.

-Recuerdo que ese día que caminaba hacia el pueblo y te vi al costado del camino, estabas exactamente igual que ahora. En el suelo, cogiéndote de algo y llorando por tu desgracia. La única diferencia es que ahora vistes mejores ropas y tienes mucho dinero y fama, pero sigues siendo el mismo desgraciado, el mismo desventurado que conocí hace un tiempo atrás.

El hombre sabio de Clégora estaba inconsolable. Trataba de entender cómo es que a pesar de todo lo que ha vivido y todo lo que ha aprendido es que no puede ser feliz. Se dio cuenta que el amor es uno de los problemas más grandes que existe. De él, no dejaban de brotar las lágrimas, hasta que habló nuevamente el anciano hombre.

-Mira mi casa, mira mi ropa, mira lo que tengo. Teniendo esto, soy mil veces más feliz que tú. Tengo tres hijos, cinco nietos, una mujer que lastimosamente ya murió, pero aún así, no sufro tanto como tú. Cuando se es tan viejo como yo, uno aprende a valorar cada minuto que te regala la vida, a disfrutarlo. Te voy a decir una última cosa que espero que te ayude. Quizá dejando de buscar la sabiduría, la encuentres más rápido, de todas maneras, la encuentres o no, serás más feliz. Comete errores, tropiézate y sobretodo, sonríe.

El hombre sabio de Clégora pensó que el anciano sabio ya se había vuelto loco, pero aún así, decidió dejar de buscar la sabiduría y dedicarse más a intentar tener una vida con su futura esposa.

El hombre sabio de Clégora regresó a Danur, el país que lo había acogido desde hace un tiempo. A pesar que durante el camino estaba acongojado y triste por creer que ya no tenía solución lo suyo, al llegar a Danur, pidió llamar a los hombres más graciosos de la ciudad.

En el castillo, junto al rey, su prometida, el padre de ésta y algunas personas más, incluyéndolo, fue testigo de un espectáculo que le causó muchas risas. Todo el castillo reía con las ocurrencias de un par de hombres graciosos que fueron a ofrecer su arte ese día. Y así, durante varios días más, fue, sin querer, haciendo caso al anciano hombre sabio. Cometió errores, rompió un par de objetos de madera accidentalmente, se le cayó la comida al suelo en un par de ocasiones, se embriagó, se le caía el vino sobre su ropa y bailó con su prometida toda la noche y poco a poco se fue dando cuenta que la vida le cambiaba, era feliz.

Esa noche, le pidió a su ya prometida, tener una fecha para casarse finalmente. Después de tres semanas se casaron y todo Danur fue feliz con ellos. Construyeron una casa dentro de la ciudad y vivieron como si fueran un habitante más. Él continuó ayudando a las personas con sus problemas y se hizo muy querido por todos.

Cuando tuvo su primer hijo, construyó una casa más grande aún, con un jardín inmenso en donde jugaba con él. Un día recogían manzanas del árbol que está dentro del mismo jardín. La esposa, el niño y él, después de jugar y recoger manzanas por un buen rato, se pusieron a descansar en el césped, y mientras abrazaba a su esposa y su esposa a la vez a su hijo por entre las piernas, pero todos mirando hacia adelante, por un momento se le perdió la mirada y se hizo una pregunta: “¿soy uno más, o por fin me convertí en el hombre más sabio del mundo? ¿Cómo así llegué a ser tan feliz?” Entonces el niño decidió pararse y treparse al árbol, su madre lo siguió sonrientes ambos y continuaron sacando manzanas. El hombre sabio de Clégora sólo atinaba a mirarlos, sonrió mirándolos por un momento, y después de unos segundos de disfrutar esa escena, fue corriendo detrás de ellos a recoger manzanas.


David J. Díaz.

2 comentarios:

  1. felicitaciones david. muy buen cuento. cuando algo esta bien escrito la extension no molesta, todo lo contrario, se disfruta. saludos

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  2. Hola nuevamente! Muchas gracias por tu comentario, me motiva a seguir escribiendo. Es bueno saber que alguien más piensa que es bueno :) Un abrazo.

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