jueves, 15 de septiembre de 2011

LO QUE SÉ Y LO QUE NUNCA SUPE



Este cuento lo hice en mis tiempos de estudiante de Dirección de Cine. Quería que fuera un cortometraje, pero, finalmente, nunca pude hacerlo. Sin embargo, es un lindo recuerdo de aquella vieja intensión.

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Todo parecía ser más sencillo cuando era pequeño. Mi vida se traducía en algunos actos simples como comer, dormir, hacer la tarea e ir al colegio. Bueno, estas dos últimas cosas no siempre las hacía. De hecho habían ocasiones en las que escapaba a jugar Play Station a un lugar conocido como “Cheroka”. Aunque esto de “jugar” tampoco era tan exacto, ya que casi nunca tenía dinero conmigo, así que sólo miraba cómo otros niños, que también se habían escapado del colegio, jugaban.

Uno de los motivos por los cuales me gustaba ir al colegio era por una niña muy linda llamada Jimena. Me gustaba mucho mirarla aunque ella no parecía querer nada conmigo. A pesar que sus amigas me habían dicho que yo le daba asco, yo seguía enamorado de ella, siempre.


Recuerdo que al final de año, me animé y le confesé mi amor. Ella me miró, me sonrió y me dijo que podíamos ser novios, pero a partir del próximo año porque ya se venían las vacaciones y no nos podríamos ver. Yo acepté encantado. 

Al siguiente año, ella se cambió de colegio y no volví a verla jamás.

En la secundaria conocí a la persona que cambiaría mi vida totalmente. Se llamaba Mariana. Yo había repetido dos años en el colegio y ese año justamente nos tocó estar en el mismo salón. Ella fue mi primera enamorada real, pues, creo que no se debía contar a Jimena, ya que me parece que fui burlado.

Mariana y yo a veces nos íbamos a una casa abandonada que estaba en el camino de regreso a su casa. Ahí nos metíamos para besarnos y acariciarnos. Me gustaba mucho su cuerpo y la besaba toda. 


Un día, me dijo que teníamos que conversar. Me dijo que había dejado de venirle la menstruación y yo le pregunté “¿y qué tenía que ver eso conmigo?”, ella simplemente se fue.

Durante un tiempo Mariana dejó de ir a las clases. Yo me preocupé, así que fui a su casa una noche, necesitaba sexo así que la busqué. Entonces ella me dijo que tenía tres meses y medio de embarazo y pregunté: “¿de quién es?”.

Resultó que al parecer el niño era mío. Un tiempo después, Mariana se mudó a mi casa para que mi madre y mi hermana pudieran atenderla mejor. Su madre sólo iba por las mañanas. Felizmente que no tenía a su padre con ellas, porque sino creo que me hubiera ido muy mal.

Yo dejé de estudiar para ponerme a trabajar. Éramos muy pobres y no podíamos mantener a más gente que a nosotros mismos. Mi padre me sacó la mierda cuando se enteró que tendría un hijo con Mariana. En realidad, fue él quien me sacó del colegio para ponerme a trabajar en construcción. Por desgracia, no duré ni una semana en el trabajo, era demasiado duro para mí. Entonces tuve que hacer mi currículum para buscar trabajo en otro lugar. No obstante, en ningún lugar me querían recibir porque no había terminado el colegio. 


Pronto empecé a tener problemas con el dinero. 

Un tiempo después, me enteré que mi hijo no sería hijo, sino, hija.

Un amigo de mi padre me dijo que podía darme trabajo como cobrador de una "coaster". Yo acepté sin reparo porque necesitaba el trabajo y mi hija ya estaba cerca de nacer.

Una noche, unos días después de empezar a trabajar, Mariana y yo conversábamos acerca de nuestro futuro, y me habló un poco acerca de su pasado (al parecer no entendió que quería hablarle del futuro y no del pasado). Me dijo que su padre también llevó a su madre a su casa durante el embarazo y que poco después que ella naciera, las abandonó y las dejó en la desgracia y en la pobreza. Me dio la impresión que ella tenía miedo que le suceda algo similar, algo no le hacía sentir segura de mí,yo no comprendía por qué pensaba así. Yo ya empezaba a notar algo extraño en su mirada.

Un tiempo después, llegó el momento del parto.

Yo estaba trabajando cuando Mariana empezó a tener dolores. Cuando llegué al hospital, me enteré que Mariana no había sobrevivido al parto y que gritaba con desesperación mi nombre, esperando que yo pudiera estar con ella ahí. Quería coger mi mano para sentirse segura. Quería estar conmigo, era lo único que ella pedía, estar conmigo en sus últimos momentos de vida… y no pude estar.

Yo realmente amaba a Mariana. Me enseñó que la vida podía ser feliz dentro de la pobreza y de la ignorancia. El tipo de amor que ella me enseñó fue uno que yo nunca había conocido y que quizá nunca volveré a conocer. Me sentí un desgraciado porque yo la embaracé y creí que por mi culpa había muerto. 


Salí del hospital corriendo. Me dirigí a un bar para beber unas cervezas. Bebí seis botellas, solo y abandonado en esa cantina. Después, fui a la Costa Verde para mirar el mar y lanzarme, quería morirme. Sin Mariana, mi vida ya no tenía sentido. Todo lo que hacía, lo hacía por ella. Ella, Mariana, era mi vida. 

Al estar frente al malecón, a la orilla del barranco, ebrio, triste y lleno de lágrimas, me di cuenta de lo cobarde que soy. No pude lanzarme, tenía miedo, y me puse a llorar y a maldecir mi vida por toda esa noche. Lloré como nunca había llorado antes.

Después de casi dos meses pude ver a mi hija. Había tenido problemas con el nacimiento por eso estaba en el hospital, y cuando la vi recordé a Mariana. Tenía su mismo rostro, su misma sonrisa, la diferencia era que en su mirada no tenía el mismo miedo que tenía Mariana. Tenía, por el contrario, mucha esperanza, no obstante, me puse a pensar mucho en Mariana y recordé esa noche en la que sentí su mirada con tanto miedo. 


Yo sé que ella sabía que yo la amaba, lo que nunca supe por completo fue qué era lo que a ella le aterrorizaba tanto. Sabía que tenía un miedo, pero no sé si sería del todo ese miedo de pensar que yo la abandonaría. Y lo más triste es que nunca se lo pregunté directamente, y peor aún, permití que ella se quedara con ese miedo hasta el día de su muerte. ¿Qué habrá pensado al no verme allí con ella? Ya nunca lo sabré.

Pero bueno, lo que sé y lo que nunca supe ya no tienen mucha importancia ahora. En estos momentos me preocupo más por Nayeli, mi hija, y en su futuro.

Es por eso que me gusta venir siempre a este mismo barranco en donde intenté quitarme la vida para recordar mi historia. Vengo con Nayeli en su coche a pasear aquí, para recordar quién soy, por quién he vivido antes y para no olvidar por quién estoy viviendo ahora.


David J. Díaz.

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